sábado, 19 de julio de 2008

literatura hondureña

Literatura de Honduras

La literatura de Honduras cuenta con poetas, novelistas y narradores de notable calidad en diferentes períodos de la historia de ese país centroamericano.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, descatan escritores como Froylán Turcios y el poeta modernista, Juan Ramón Molina. Lucila Gamero (1873-1964) es la novelista más relevante del romanticismo en Honduras. En tanto que, Prisión verde, de Ramón Amaya Amador, es la novela por excelencia con la que se inaugura la literatura del realismo social dentro del país. Los poetas Óscar Acosta, Roberto Sosa, Rigoberto Paredes, José Adán Castelar, ALexis Ramires y José Luis Quesada, junto a narradores como Julio Escoto, Eduardo Bähr - libro de cuentos, El cuento de la guerra - y Ernesto Bondy Reyes - "La mujer fea y el restaurador" - entre otros y otras, son los escritores que abren nuevas perspectivas -literaria y generacionales- en el modo de hacer y enfrentar el hecho literario nacional a partir de los años 60, 70 y la actualidad.

Helen Umaña es una de las pocas escritoras hondureñas que ha enfocado su labor literaria hacia el ensayo y la crítica literaria, aparte de la historiadora Leticia de Oyuela, quien ha escrito ensayos sobre pintura y ha publicado diferentes libros sobre la historia de Honduras.

En la literatura hondureña del presente se puede hablar de poetas como Rebeca Becerra, Rubén Izaguirre y César Indiano; aunque éste último lo hace más bien, con buen suceso, como narrador y novelista. De la generación de jóvenes cabe destacar a los poetas Fabricio Estrada, Salvador Madrid, Heber Sorto, Armando Maldonado y Edgardo Florián, quienes figuran en importantes antologías hondureñas y extranjeras.

Roberto Quesada, con su novela, Los barcos, novelista y cuentista, es una de las tres figuras más descollantes de la literatura hondureña actual, junto a los dos escritores que, al igual que él, se abren paso en Estados Unidos y Europa respectivamente, como la poeta y editora Amanda Castro y el escritor y dramaturgo Javier Abril Espinoza, autor del libro Un ángel atrapado en el huracán y de Cuentos para niños y niñas. El narrador Nery Alexis Gaitán y el poeta José González, de diferentes generaciones, son otros de los escritores hondureños dignos de ser considerados, del mismo modo que no pasa inadvertido, por su fina ironía satírica, el escritor olanchitense Armando García.


En Septiembre del 2006, J. H. Bográn[1] publicó, a través de Chippewa Publishing LLC, un libro escrito enteramente en Inglés titulado Treasure Hunt. Esta novela tiene la distinción de ser la primera obra publicada en formato electrónico (e-book) por un autor hondureño.

Honduras cuenta con poetas, novelistas y narradores de notable calidad en diferentes períodos de su historia literaria. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, destacan escritores como Froylán Turcios (1875-1943) y el poeta modernista Juan Ramón Molina (1875-1908).

Polígrafo e historiador de reconocida trayectoria continental, resulta ser don Rafael Heliodoro Valle (1891-1959). Con la novela Prisión Verde, ambientada en los campos bananeros de la costa norte del país y escrita por el novelista Ramón Amaya Amador (1916-1966), se inaugura en Honduras la literatura del realismo-social.

A partir de los años 60 y 70, los poetas Óscar Acosta (1933), Roberto Sosa (Premio Casa de las Américas), Rigoberto Paredes (1948), José Adán Castelar (1941) y José Luis Quesada (1948), junto a narradores como Julio Escoto y Eduardo Bähr -libro El cuento de la guerra-, entre otras y otros literatos de cierta importancia que no se mencionan aquí (véase Diccionario de autores hondureños, de Mario Argueta), son los escritores que abren nuevas perspectivas -literarias y generacionales- en el modo de hacer y presentar una literatura de alcances sociales y estéticos más amplios y en armonía con las corrientes vanguardistas, hoy bien conocidas, pero totalmente desconocidas por el lector medio hondureño de antes.

Helen Umaña es una de las pocas escritoras hondureñas que ha enfocado su labor literaria hacia el ensayo y la crítica literaria, aparte de la historiadora Leticia de Oyuela, quien ha escrito ensayos sobre pintura y publicado diferentes libros sobre la historia de Honduras. De los autores del presente, se puede hablar de nuevos valores en la poesía, como Rebeca Becerra, Rubén Izaguirre y César Indiano –libro Azul maligno–, aunque este último, practica más el género narrativo con mejor suceso. Roberto Quesada -novela Los barcos-, novelista y cuentista, es una de las tres figuras más descollantes de la literatura hondureña actual, junto a dos jóvenes escritores más, que, al igual que Quesada, se abren paso en Estados Unidos y Europa respectivamente. Ellos son la poeta y editora Amanda Castro –poemario Celebración de mujeres- y el escritor y dramaturgo Javier Abril Espinoza –libro Un ángel atrapado en el huracán-. El narrador Nery Alexis Gaitán y el poeta José González, de diferente generaciones, resultan ser dos escritores hondureños también muy interesantes; del mismo modo que no pasa inadvertido -por la ironía satírica de sus propuestas- el escritor y columnista de prensa, Armando García.

Escritores de Honduras

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corrientes de la literatura

vanguardia

procede del francés Avant-garde /ɑvɑ̃ gɑʁd/, un término del léxico militar que designa a la parte más adelantada del ejército, la que confrontará antes con el enemigo, la «primera línea» de avanzada en exploración y combate. Metafóricamente, en el terreno artístico la vanguardia es, pues, la «primera línea» de creación, la renovación radical en las formas y contenidos para, al mismo tiempo que se sustituyen las tendencias anteriores, enfrentarse con lo establecido, considerado obsoleto.

La vanguardia se manifiesta a través de varios movimientos de vanguardia, los ismos, que desde planteamientos divergentes abordan la renovación del arte, desplegando recursos que quiebren o distorsionen los sistemas más aceptados de representación o expresión artística, en teatro, pintura, literatura, cine, música, etc. Estos movimientos artísticos renovadores, en general dogmáticos, se produjeron en Europa en las primeras décadas del siglo XX y tuvieron su auge en Europa, desde donde se extendieron al resto del mundo, principalmente América del Norte, Centroamérica y América del Sur.

En España e Hispanoamérica, el vanguardismo reacciona contra el modernismo, cuyas innovaciones resultan insuficientes y caducas a ojos de los vanguardistas.

Vanguardia significaba innovar o liberar la cantidad de reglas y estamentos que ya estaban establecidos por los movimientos anteriores; por eso se dice que la única regla del vanguardismo era no respetar ninguna regla. La característica primordial del vanguardismo es la libertad de expresión, que se manifiesta de manera peculiar en cada uno de los géneros literarios y de la siguiente manera: en la narrativa, se diversifica la estructura de las historias, abordando temas hasta entonces prohibidos y desordenando todos los parámetros del texto narrativo; en la lírica se rompe con toda estructura métrica y se da más valor al contenido.

Los cambios que produce el vanguardismo no afectan sólo a la literatura. En la arquitectura se desecha la simetría para dar paso a la asimetría; en la pintura se rompe con las líneas, con las formas y con los colores neutros y se rompe la perspectiva para darle paso al grabado desordenado y ampuloso. En la escultura aparecen las figuras amorfas que cada quien interpreta según su forma de percibirlo, en la danza desaparecen todos los aditamentos y vestuarios clásicos para utilizar de mejor forma la expresión corporal. En la música al igual que en la literatura es donde se produce los cambios más radicales.

El Futurismo

fue el movimiento inicial de las corrientes de vanguardia artística, fundado en Italia por Filippo Tommaso Marinetti, quien redactó el Manifeste du Futurisme, el 20 de febrero de 1909, en el diario Le Figaro de París. '...un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.

El futurismo surgió en Milán, Italia, impulsado por Filippo Tommaso Marinetti. Este movimiento rompía con la tradición, el pasado y los signos convencionales de la historia del arte. Consideraba como elementos principales de la poesía el valor, la audacia y la revolución, ya que se pregonaba el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso gimnástico, el salto peligroso y la bofetada. Tenía como postulados: la exaltación de lo sensual, lo nacional y guerrero, la adoración de la máquina, el retrato de la realidad en movimiento, lo objetivo de lo literario y la disposición especial de lo escrito, con el fin de darle una expresión plástica.

Rechazaba la estética tradicional e intentó ensalzar la vida contemporánea, basándose en sus dos temas dominantes: la máquina y el movimiento. Se recurría, de este modo, a cualquier medio expresivo (artes plásticas, arquitectura, urbanismo, publicidad, moda, cine, música, poesía) capaz de crear un verdadero arte de acción, con el propósito de rejuvenecer y construir de nuevo la faz del mundo. El poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti recopiló y publicó los principios del futurismo en el manifiesto de 1909. Al año siguiente los artistas italianos Giacomo Balla, Umberto Boccioni, Carlo Carrà, Luigi Russolo y Gino Severini firmaron el Manifiesto del futurismo.

El futurismo se caracterizó por el intento de captar la sensación de movimiento. Para ello superpuso acciones consecutivas, una especie de fotografía estroboscópica o una serie de fotografías tomadas a gran velocidad e impresas en un solo plano. Ejemplos destacados son el Jeroglífico dinámico de Bal Tabarin (1912, Museo de Arte Moderno, Nueva York) y el Tren suburbano (1915, Colección Richard S. Zeisler, Nueva York), ambos de Gino Severini. En el campo de la fotografía destacaron los hermanos Bragaglia y sus imágenes movidas, que ofrecen tiempos sucesivos y trayectoria de los gestos, como en Carpintero serrando o Joven meciéndose.

Dadaísmo

Movimiento artístico surgido en Europa y en Norteamérica. Apareció en Zúrich, Suiza entre 1916 y 1922 con Tristan Tzara como su fundador. Fue una oposición al pasado violento de la guerra mundial. El poema dadaísta suele ser una sucesión de palabras y sonidos, lo que hace difícil encontrarle lógica. Se distingue por la inclinación hacia lo incierto, a lo terrorífico, al nihilismo y a lo fantasioso. Busca renovar la expresión mediante el empleo de materiales inusuales o manejando planos de pensamientos antes no mezclables y tiene una tónica general de rebeldía o destrucción. También se le suma el gran poeta-pintor de apellido Klerman que fue uno de los impulsores del antiarte denominado «dadaísmo». El dadá se extiende a Nueva York, Berlín y París.

El Dadaísmo surge con la intención de destruir todos los códigos y sistemas establecidos en el mundo del arte. Es un movimiento antiartístico, antiliterario y antipoético, ya que cuestiona la existencia del arte, la literatura y la poesía. Se presenta como una ideología total, como una forma de vivir y como un rechazo absoluto de toda tradición o esquema anterior.

Está en contra de la belleza eterna, contra la eternidad de los principios, contra las leyes de la lógica, contra la inmovilidad del pensamiento y contra lo universal. Los dadaístas promueven un cambio, la libertad del individuo, la espontaneidad, lo inmediato, lo aleatorio, la contradicción, defienden el caos frente al orden y la imperfección frente a la perfección.

Proclaman el anti-arte de protesta, del shock, del escándalo, de la provocación, con la ayuda de medios de expresión irónico-satíricos. Se basan en lo absurdo y en lo carente de valor e introducen el caos en sus escenas, rompiendo las formas artísticas tradicionales. Se sirvieron también del montaje de fragmentos y de objetos de desecho cotidiano.

El origen del término Dadaísmo es confuso. La versión más aceptada dice que al abrir un diccionario al azar apareció la palabra dada, que significa caballito de juguete, y fue adoptada por el grupo.

El movimiento dada nació en un café cantante de Zurich en 1916, donde se recitaban poemas. Esta ciudad, se había convertido a partir del estallido de la Primera Guerra Mundial en un centro de refugio para emigrantes procedentes de toda Europa que querían escapar de la guerra. Allí se reunieron representantes de diversas escuelas como el expresionismo alemán, el futurismo italiano y el cubismo francés. Esto da al dadaísmo la particularidad de no ser un movimiento de rebeldía contra una escuela anterior, sino que cuestiona el concepto del arte antes de la Primera Guerra Mundia

Surrealismo

El Surrealismo (en francés: surréalisme; sur [sobre, por encima] más réalisme [realismo]) o superrealismo es un movimiento artístico y literario surgido en Francia a partir del dadaísmo, en el primer cuarto del siglo XX en torno a la personalidad del poeta André Breton. Buscaba descubrir una verdad, con escrituras automáticas, sin correcciones racionales, utilizando imágenes para expresar sus emociones, pero que nunca seguían un razonamiento lógico.

Origen del término

Los términos surrealismo y surrealista proceden de Apollinaire, quien los acuñó en 1917. En el programa de mano que escribió para el musical Parade (mayo de 1917) afirma que sus autores han conseguido.

Una alianza entre la pintura y la danza, entre las artes plásticas y las miméticas, que es el heraldo de un arte más amplio aún por venir. (...) Esta nueva alianza (...) ha dado lugar, en Parade a una especie de surrealismo, que considero el punto de partida para toda una serie de manifestaciones del Espíritu Nuevo que se está haciendo sentir hoy y que sin duda atraerá a nuestras mejores mentes. Podemos esperar que provoque cambios profundos en nuestras artes y costumbres a través de la alegría universal, pues es sencillamente natural, después de todo, que éstas lleven el mismo paso que el progreso científico e industrial.

La palabra surrealista aparece en el subtítulo de Las tetas de Tiresias (drama surrealista), en junio de 1917, para referirse a la reproducción creativa de un objeto, que lo transforma y enriquece. Como escribe Apollinaire en el prefacio al drama,

Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo modo ha creado, inconscientemente, el surrealismo... Después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna.

Precedentes

La meta surrealista y sus medios se remontan siglos antes al nacimiento del movimiento. Basta citar a Hieronymus Bosch "el Bosco", considerado el primer artista surrealista, que en los siglos XV y XVI creo obras como "El jardín de las delicias" o "El carro del heno". Pero fue en el siglo XX cuando surgiría el nacimiento de una vanguardia filosófica y artística que retomaría estos elementos y los desarrollaría como nunca antes se había hecho.

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